PRIMERA LECTURA. Ezequiel 47,1-9.12.
El manantial del templo (Jl 4,18; Zac 14,8; Sal 46,5).
1Me hizo volver a la entrada del templo. Del zaguán del templo manaba agua hacia levante -el templo miraba a levante-. El agua iba bajando por el lado derecho del templo, al mediodía del altar. 2Me sacó por la puerta septentrional y me llevó por fuera a la puerta del atrio que mira a levante. 3El agua iba corriendo por el lado derecho. El hombre que llevaba el cordel en la mano salió hacia levante. Midió quinientos metros, y me hizo atravesar las aguas: ¡agua hasta los tobillos! 4Midió otros quinientos, y me hizo cruzar las aguas: ¡agua hasta las rodillas! Midió otros quinientos, y me hizo pasar: ¡agua hasta la cintura! 5Midió otros quinientos: era un torrente que no pude cruzar, pues habían crecido las aguas y no se hacía pie; era un torrente que no se podía vadear.
6Me dijo entonces:
-¿Has visto, hijo de Adán?
A la vuelta m condujo por la orilla del torrente.
7Al regresar, vi a la orilla del río una gran arboleda en sus dos márgenes. 8Me dijo:
-Estas aguas fluyen hacia la comarca levantina, bajarán hasta la estepa, desembocarán en el mar de las aguas pútridas y las sanearán. 9Todos los seres vivos que bullan, allí donde desemboque la corriente tendrán vida, y habrá peces en abundancia. Al desembocar allí estas aguas quedará saneado el mar y habrá vida dondequiera que llegue la corriente.
12A la vera del río, en sus dos riberas, crecerá toda clase de frutales; no se marchitarán sus hojas ni sus frutos se acabarán; darán cosecha nueva cada luna, porque los riegan que manan del santuario; su fruto será comestible y sus hojas medicinales.
Explicación.
47,1-12. Después de prolijas inserciones, de áridas reglamentaciones, retorna el aliento poético de la visión. De la llegada de la Gloria (43) se pasa a sus efectos vivificantes. Hay que unirlo también al espíritu del cap. 37: viento y agua, doble principio de nueva vida. Agua como en el paraíso (Gn 2,10-14): en vez de cuatro ríos, cuatro etapas crecientes. Agua en la ciudad santa (Is 30,25; Jl 4,18; Zac 14,8): el templo está en la plataforma superior, sobre las plataformas del atrio interior, del exterior y del terreno circundante. Agua regada por el Señor (Sal 65,10). Agua que transforma el desierto (Is 35). Porque el Señor es "fuente de agua viva" (Jr 2,13; 17,13).
Agua de vida: continua, creciente, invasora, comunicada. Se comunica a las plantas, produciendo un parque maravilloso; se comunica a los animales, haciendo que el Mar Muerto pulule de seres vivos; se comunica a los hombres en forma de alimiento y medicina. El profeta ha de sentir en su cuerpo el poder del agua; el resto lo escucha de labios del acompañante.
47,1. El agua avanza hacia oriente, quizá por ser esta zona más árida, quizá imaginando un emplazamiento oriental del paraíso (cfr Gn 13,10).
47,3-5. Las distancias son medidas, el crecimiento es desmedido. Bien pronto el caudal supera al del Jordán (cfr. Jos 3-4; Jue 12,5s).
47,8-9. Renace prodigiosamente la vida, como en una nueva creación: Gn 1,20s. El agua dulce (Apsu) vence al agua salada (Tehom).
47,12. La zona se transforma en paraíso. Los frutos de todos sus árboles serán comestibles, las hojas medicinales alejarán la muerte.
SALMO. 46,2-3.5-6.8-9.
2 Dios es para nosotros refugio y fortaleza,
auxilio en los asedios, del todo disponible.
3 Por eso no tememos aunque se trastorne la tierra
y los montes vacilen en alta mar.
5 Un río cn sus acequias alegra
la ciudad de Dios:
santuario de la morada del Altísimo.
6 Con Dios en medio de ella, no vacila:
al despuntar la aurora la auxilia Dios.
8 El Señor de los ejércitos está con nosotros ,
nuestro alcázar es el Dios de Jacob.
9 Venid a ver las obras del Señor,
los espantos que provocan en la tierra:
Explicación.
46,2-4 La tierra, firmemente fundada por Dios sobre las aguas (Sal 24,2; 136,6), "se trastorna": se contagia de la movilidad y agitación oceánica. Los montes, aplomados para siempre (Sal 65,7), tiemblan y son engullidos por el océano. Predominan los efectos sonoros sobre los visuales. Como en un diluvio desde abajo (Gn 7,11), parece que vamos a volver al caos primordial: ¿queda un arca de salvación? La ciudad no teme, porque dispone de un refugio no fabricado por hombres: Dios en persona.
46,5-8 Hay una ciudad "divina" (Sal 87,3; Is 60,14) en la cual el agua desempeña la función benéfica opuesta. Con un río o corriente que se reparte en acequias (cfr. Sal 137,2). Agua apacible y fecundadora, a la que no alcanza la agitación agresiva del océano; agua una y plural que alegra y festeja a la ciudad. Compárese con Is 33,17-24.
46,6-7 A la ciudad se acerca un asedio estrecho: está dicho con el lenguaje de la agresión cósmica. A defenderla sale su Campeón: "Al despuntar la aurora" suceden el asalto y la derrota (Jos 8,10; Jue 20,19; Is 17,14 etc). Un trueno teofánico (Jr 25,30; Jl 2,11), voz de Dios, sacude la tierra y desbarata al enemigo.
TRANSPOSICIÓN CRISTIANA.
En clave cristológica, los autores antiguos se fijan en la exaltación de Jesucristo resucitado y en la corriente de agua que brota de él. En clave eclesiológica, lo refieren a la Iglesia terrestre, que tiene presente al Señor, y a la celste, según Ap 22.
EVANGELIO. Juan 5,1-16.
PRIMERA SECCIÓN: FIESTA EN JERUSALÉN. (5,1-47)
El pueblo enfermo y el inválido que camina.
1. Algún tiempo después era fiesta de los Judíos y subió Jesús a Jerusalén.
2. Hay en Jerusalén, junto a la Puerta de las Ovejas, una piscina que en la lengua del país llaman El Foso, con cinco pórticos;
3. en ellos yacía una muchedumbre, los enfermos: ciegos, tullidos, resecos.
5. Había un hombre allí que llevaba treinta y ocho años con su enfermedad.
6. Viéndolo Jesús echado y notando que llevaba mucho tiempo, le dijo:
- ¿Quieres ponerte sano?
7. Le contestó el enfermo:
- Señor, no tengo un hombre que, cuando se agita el agua, me meta en la piscina; mientras yo llego, otro baja antes que yo.
8. Le dice Jesús:
- Levántate, carga con tu camilla y echa a andar.
9a Inmediatamente se puso sano el hombre, cargó con su camilla y echó a andar.
La ley, obstáculo a la libertad.
9b. Era aquél un día de precepto.
10. Dijeron, pues, los dirigentes judíos al que había quedado curado:
- Es día de precepto y no te está permitido cargar con tu camilla.
11. Él replicó:
- El que me dio la salud fue quien me dijo: “Carga con tu camilla y echa andar”.
12. Le preguntaron:
- ¿Quién es el hombre que te dijo: “Cárgatela y echa a andar?”
13. El que había sido curado no sabía quién era, pues, como había mucha gente en el lugar, Jesús se había escabullido.
14. Algún tiempo después, Jesús fue a buscarlo en el templo y le dijo:
- Mira, has quedado sano. No peques más, no sea que te ocurra algo peor.
15. El hombre notificó a los dirigentes judíos que era Jesús quién le había dado la salud.
16. Precisamente por esto empezaron los dirigentes judíos a perseguir a Jesús, porque hacía aquellas cosas en día de precepto.
EXPLICACIÓN.
1-9a. Segunda subida a Jerusalén, pero no ya al templo/institución, sino a encontrar al pueblo oprimido (el inválido). El episodio muestra la fuerza que Jesús infunde y la libertad que da al hombre, haciéndolo dueño de sus propias decisiones (8: levántate… y echa a andar).
Aparece de nuevo el tema de las ovejas (2: la Puerta de las Ovejas, cf Neh 3,1.32), que Jesús echó fuera del templo (éxodo) (2,14s; cf. 10,1ss). La muchedumbre representa al pueblo, abandonado por los dirigentes. Los pórticos relacionan a este lugar con el templo (cf 10,23), en cuyos pórticos se enseñaba la Ley.
La fiesta oficial contrasta con la situación de los excluidos de ella (2 Sm 5,8). La muchedumbre (3) está ciega por obra de la tiniebla, la falsa ideología que le impide su desarrollo y plenitud humana; tullida, privada de actividad, reducida a la impotencia; reseca, sin vida; es un pueblo muerto (Ez 37,1-14).
Los vv. 3b-4: que aguardaban la agitación del agua, porque de vez en cuando el ángel del Señor bajaba a la piscina y removía el agua; y entonces, el primero que entraba después de la agitación del agua quedaba sano de cualquier enfermedad que tuviese, son una interpolación, inexistente en los mejores códices y que contradice el sentido del pasaje.
El enfermo (5) representa a la entera muchedumbre. Treinta y ocho años, los de la generación que murió sin ver la tierra prometida (Dt 2,4); la muchedumbre va a morir sin encontrar la salvación. La enfermedad es suya, es decir , el hombre es responsable de ella por haber aceptado la ideología del sistema (cf. 5,14: no peques más), que apaga la vida (1,5).
Se imagina que Jesús lo va a meter en el agua (7). Agitarse se usa en el NT sólo de personas y multitudes; la agitación del agua representa las revueltas mesiánicas del tiempo, en las que el pueblo oprimido esperaba vanamente encontrar remedio a sus males. Jesús responde de otro modo a la expectación del enfermo/pueblo; le da la capacidad de actuar por sí mismo, sin depender de otros, y lo incita a usar de su libertad (cargar con la camilla en día de fiesta, contra la prescripción legal) (8). Lo hace dueño de su pasado (camilla), para que pueda desecharlo.
La perícopa expone el modo como Jesús va liberando al pueblo. Su propósito es darle la posibilidad de abandonar la institución que lo oprime y le quita la vida. Comunica una nueva vitalidad que permite a los hombres levantarse y buscar su propio camino.
9b – 15. Jesús no se ha preocupado del precepto (9b); para él cuenta sólo el bien del hombre en cualquier circunstancia. Para los dirigentes judíos, por el contrario, cuenta sólo la observancia de la Ley (10). La observancia del precepto del descanso equivalía a toda la Ley; su violación lo era de la Ley entera. Interpretada y controlada por los dirigentes, la Ley no tolera la libertad del hombre; quieren quitarle la que le ha dado Jesús; éste le ha dicho que viole el precepto, porque es la sumisión a la Ley, instrumento de opresión, la que causa la postración del pueblo. Réplica de los dirigentes (12); no les alegra que el hombre haya recobrado la salud; los alarma, en cambio, que alguien se atreva a dispensar de las obligaciones religiosas que ellos imponen. No les preocupa el pueblo, pero sí su propio poder.
El individuo está en el templo (14), no ha echado a andar: sigue aceptando el dominio de la institución (2,14ss). Ése era el pecado que causaba su enfermedad, la de la muchedumbre (1,29: el pecado del mundo, la adhesión a ideologías/tiniebla que impiden la plenitud humana). Recibido el aviso de Jesús, se presenta ante los dirigentes: por boca de este hombre, el pueblo liberado atribuye su salvación a Jesús y da testimonio de ella ante sus antiguos opresores.
Comienza la persecución (16).
SÍNTESIS:
En la primera subida a Jerusalén, Jesús denunció públicamente la institución del templo, provocando una adhesión numerosa, pero equivocada (2,23s). La segunda vez que sube, anónimamente, libera al pueblo sin estrépitos ni señales portentosas, sin aparecer como líder.
Prescinde por completo de los dirigentes, que habían rechazado su denuncia y propuesta. Lo único que le importa es el pueblo, por eso va adonde éste se encuentra reducido a la miseria y a la impotencia. Procede así haciendo caso omiso de las prescripciones religiosas, y del todo indiferente a la opinión de las autoridades. No provoca una rebelión, comunica a los oprimidos salud y fuerza, los capacita para la actividad haciéndolos caminar por su cuenta. Quita adeptos a la institución judía fomentando la ruptura con ella.
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